
Toqué el portero eléctrico, piso 11, estaba nervioso.
Lo había hecho varias veces en distintos lados, nada salía mal.
No se porque estaba intranquilo, ella, sabía la razón de mi presencia.
El ascensor fué exageradamente lento.
El pasillo hacia su departamento se me hizo de varios kilómetros.
El corazón me latía aceleradamente.
Toqué el timbre con mi mano izquierda. Con la derecha sostenia el "paquete", tal como lo llamabamos en nuestra jerga.
Ella abrió confiadamente la puerta. La adrenalina rugía.
Extendí el paquete, ella, los dos brazos, con uno lo tomó y con el otro me dió el pago.
No me molesté en contarlo, ella me dijo que me quedara con el cambio, gesto poco común en estos días...
Dije gracias. Bajé a la calle. Subí al ciclomotor y continué repartiendo pizzas...
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