
Yo estaba sentado en el banco de la plaza.
Te observé inquisidoramente, sé que te sentiste inquieta.
Interrumpiste un momento tu juego y me miraste con cara de ...¿es a mí?
Luego fingiste ignorarme y seguiste en lo tuyo.
Me sentí poderoso por un segundo.
No iba a hacerte nada, solo observarte.
Prendí un cigarrillo con estudiado movimiento, sé que tuviste en ese momento miedo y mi sonrisa cínica te ponía más y más aterrorizada.
No supiste que hacer, miraste a los costasdos buscando refugio, ayuda, protección.
Entonces te diste cuenta que estabas en ventaja, levantaste vuelo y al pasar sobre donde yo estaba me cagaste la camisa.
Desde ese día odio a las palomas y llevo siempre a mano mi gomera.
0 comentarios:
Publicar un comentario